Existen diferentes mecanismos que explican por qué la práctica de movimiento puede ser útil para aliviar el dolor, produciendo hipoalgesia (reducción de la sensibilidad a estímulos nociceptivos) o incluso analgesia (desaparición de la sensación dolorosa) en personas con dolor músculo-esquelético, especialmente en aquéllos que sufren dolor crónico.
En investigaciones recientes (Holmes et al, 2021) han observado que el área motora primaria en el córtex cerebral (M1) es una de las estructuras que podrían influir notablemente en la modulación del dolor a través del movimiento. En el área M1 es donde se planifica y procesa gran parte del movimiento que ejecutamos y tiene relaciones y «loops» neurales con prácticamente todo el cerebro, incluyendo estructuras responsables de la inhibición de la respuesta nociceptiva (reducción de la sensación dolorosa).
No podemos olvidar que aquello que pensamos, sentimos, creemos y en definitiva cualquier actividad cerebral tiene sentido en tanto en cuanto promueva o reprima alguna acción. Es decir, el cerebro está fundamentalmente diseñado para ejecutar o reprimir movimiento, por tanto la gran conectividad de la corteza motora primaria con el resto del cerebro juega un papel clave.
Por ejemplo, sabemos que ponernos en marcha estimula instantáneamente el área M1 y ésta a su vez activa el mecanismo inhibitorio descendente por efecto directo sobre la sustancia gris periacueductal (SGP), el resultado: una disminución del dolor y un efecto analgésico (Villanueva et al, 1996).
Además de este efecto directo del movimiento sobre la SGP, sabemos que la conectividad entre el área M1 y el tálamo promueve un efecto analgésico. Además el tálamo se conecta y aumenta la actividad neuronal en ciertas áreas relacionadas con la memoria, el movimiento, el equilibrio y la toma de decisiones conscientes como la ínsula, el cerebelo y el córtex prefrontal… También se han observado efectos moduladores sobre el área sensitiva primaria y de nuevo con la SPG. Podríamos decir que todo estímulo y “movimiento” neuronal que se genera en el área motora primaria tiene un potencial efecto positivo sobre el dolor.
Una consecuencia muy común en cuadros de dolor crónico es la especialización del sistema nervioso para codificar información nociceptiva como dolor. Simplificando al máximo, podríamos decir que en presencia persistente de información nociceptiva a nivel periférico, las terminaciones nerviosas libres (receptores sensitivos de información nociceptiva) se sensibilizan generando señales aumentadas ante dichos estímulos. De forma similar, a nivel central, la médula espinal puede sensibilizarse en su asta posterior reduciendo su capacidad inhibitoria y facilitando una proliferación de fibras C responsables de la transmisión de información termoalgésica (nocicepción y temperatura).
En numerosas ocasiones, este efecto se correlaciona con cargas de trabajo de baja intensidad pero mantenidas durante periodos de tiempo prolongados (como la jornada laboral), en épocas donde el descanso es deficiente, hay un exceso de estrés, etc. Un estilo de vida sedentario y poco equilibrado podría generar en nuestro sistema nervioso una predisposición a sentir dolor.
La respuesta contraria se observa cuando realizamos actividad física, especialmente si esta nos resulta satisfactoria. Cuando nos movemos se liberan neurotransmisores que modulan la respuesta nociceptiva, de hecho contamos con un sistema por defecto que hace que la propia médula module y reduzca la sensación de dolor.
Además de todo esto, existen otros dos mecanismos que explican los efectos del ejercicio sobre el dolor. El primero tiene que ver con el sistema endocannabinoide, un sistema de neurotransmisión que comunica el cerebro con otros órganos y tejidos del cuerpo. Este sistema tiene un rol importante en la inhibición del dolor y existe evidencia clara de que el ejercicio físico aumenta los niveles de endocannabinoides producidos por nuestro cerebro (Galdino et al, 2014).
El segundo consiste en la interacción entre el mecanismo de opioides y el circuito serotoninérgico, ambos se interrelacionan y compensan entre sí generando también hipoalgesia inducida por el ejercicio físico (Lima et al, 2017).
Así que nuestro sistema nervioso segrega sus propios neuroquímicos que calman el dolor e incluso producen placer y satisfacción a través del movimiento y la actividad física. Esta “recompensa” que nos brinda nuestro sistema nervioso es una de las razones por las que los bebés y niños se mueven por el placer de moverse, y es una clara prueba de la importancia del movimiento en nuestro desarrollo.
Como has podido comprobar, contamos con numerosos mecanismos donde el movimiento genera un efecto calmante sobre el dolor. Además es muy interesante conocer que en el momento en que empezamos a movernos, nuestro cerebro activa su “modo aprendizaje”, aumenta su nivel de atención y alerta. Nuestro cerebro de “cazador-recolector” nos prepara para explorar el entorno, evitar peligros y proveernos de bienes necesarios para la supervivencia.
En NEPO te ayudamos a reducir los niveles de dolor con movimiento para que puedas recuperar tu actividad lo antes posible. Mediante la práctica de Movimiento te ayudamos a entender por qué tu cuerpo duele, se siente bajo de energía y te impide disfrutar de actividades que antes hacías con facilidad.
Tratamiento del dolor basado en la última evidencia científica.
Sin duda el movimiento es absolutamente fundamental para nuestra vida como seres humanos y por ello contamos con mecanismos que nos recompensan de diferentes formas por el mero hecho de movernos.
En el siguiente post sobre este tema te explicaremos qué dice la última evidencia científica acerca de la utilización del movimiento para modular el dolor.
Para más información sobre Dolor y movimiento puedes visitar la página: Nirakara. Dolor: ¡Se aprende y se desaprende! . En este apasionante viaje Juan Nieto aclara que el movimiento puede ser el causante del dolor pero también puede ser el causante del alivio del mismo.
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